Por allí viene Don Bosco


La comunidad salesiana está celebrando los 150 años de Fundación de la Congregación. Eso recuerda los solitarios desvelos de un joven sacerdote por rescatar a los niños y jóvenes de la calle para una vida útil, digna y santa. En medio de las mayores carencias, la más dura de las cuales era la incomprensión, fue labrando el sendero por el que transitaron millones de seres humanos, desde aquella experiencia primigenia en Turín, Italia.

La orfandad de los comienzos, los tropiezos y amarguras y hasta la sensación de abandono y fracaso que seguramente en más de una oportunidad asaltó a Don Bosco, no fueron obstáculo para que impregnara a sus seguidores de la más cristalina alegría que adereza todo aquello que emprenden. Ver a un salesiano es encontrar de frente la alegría, no importa la edad o las tareas que realicen, siempre están sonrientes, solícitos, musicales, entusiastas, ocupados —algunos casi hiperquinéticos— y humildes hasta el contagio. Tienen un carisma especial que imprime un no sé qué a la labor con los jóvenes, que atrae, que admira y que mueve a involucrarse, a darles una mano, a estar seguros de que lo que ellos imaginen va a resultar. Los muchachos parecen estar siempre a gusto entre los sacerdotes y colaboradores salesianos y ellos lidian con niños y jóvenes con una maestría, una paciencia y un saber hacer que realmente impresiona a quienes no nos sentimos capaces de vivir entre los chillidos, los correteos y las peleas a puñetazos de chamos alzados. Entrar a cualquier centro salesiano es ver cientos de muchachos en plena actividad, efervescentes, exigentes y expectantes. Aulas llenas de alumnos, pasillos repletos de bultos y canchas saturadas de brincos y pelotas que ruedan de un lado a otro. Es una característica salesiana asomarse a uno de sus colegios y caer en medio de un rebulicio con el que sólo ellos pueden… y pueden felices de hacerlo.

En el mundo las misiones salesianas cubren hoy Europa, Asia y América y se extienden por África y Australia. En Venezuela funcionan más de cien obras salesianas que exigen el mayor esfuerzo y dedicación por parte de los sacerdotes y colaboradores que no se dan abasto. Quizá por ello el Señor los bendice con vocaciones que nunca faltan y el apoyo de las Damas Salesianas que han venido a apuntalar el sueño de Don Bosco, a completar una verdadera familia cristiana que se proyecta hacia la comunidad en función de encaminar y salvar a la juventud.

En sus duras peregrinaciones, convenciendo gente, pidiendo limosna, rezando por sus muchachos, tal vez nunca imaginó Don Bosco, aún pensando en grande, hasta dónde llegarían sus esfuerzos. Hoy viaja de nuevo, no sólo para renovar esa propuesta de santidad que germina en el corazón de tantos jóvenes, esa opción de compromiso cristiano que plantea el estilo salesiano, sino también para recibir el cariño, el fervor, la emoción que revive en el espíritu la visita de las reliquias de un santo tan milagroso como Don Bosco. En preparación del bicentenario de su nacimiento el 16 de agosto del 2015, sus restos van por el mundo. Estará en Venezuela todo un mes, desde el día 25 de mayo. Es un privilegio que Don Bosco recorra nuestros caminos y un regalo de Dios los dones que sin duda traerá su presencia entre nosotros.

Cuando Don Bosco murió el 31 de enero de 1888, dijo a los salesianos que circundaban su lecho: “Hagamos el bien a todos, ¡a nadie el mal!... Digan a mis muchachos que los espero en el Paraíso”. Nosotros lo esperamos a él, porque viviremos un pedacito de paraíso cuando podamos estar junto a sus santas reliquias.